Musicos en PARQUE GUELL Fotografía original de Carlos Neri, incluida su edición.

junio 21, 2007

agosto 18, 2006

Otros sitios mios para visitar

Bitácora Moebius y El otro lado de la cinta de Moebius son weblogs asociados a este. Visitelos
Carlos

julio 20, 2006

Crónicas del desorden

Carlos Penelas ha publicado Crónicas del desorden. German Caceres realiza en siguiente comentario de la obra:


Es un ensayo compuesto por artículos publicados en diversos medios.

El dedicado a John Kennedy Toole se destaca por su agudo y profundo análisis literario que enlaza al autor de La conjura de los necios con escritores que van de Boecio a Bukowski. En el mismo sentido sobresale la entrañable introducción a la obra de Luis Franco, en la que abunda la erudición y el conocimiento profundo de los textos del brillante escritor de Catamarca. Otros grandes nombres abordados con emoción son el querido Miguel Hernández y el poco conocido Rafael Barrett (es probable que el énfasis de Penelas motive a más de un lector a buscar sus libros).

Otro de los grandes méritos de Crónicas del desorden es rescatar a notables escritores apenas frecuentados, como Wimpy, el poeta Jorge Leónidas Escudero y Eugeny Zamyatin (el novelista de Nosotros). En esta dirección, “Los otros clásicos” constituye una mirada nada convencional sobre autores bastante descuidados por los estudios literarios, y “El silencio del mar” refiere dos obras de arte: el texto de Vercors y el filme de Jean-Pierre Melville.

En su variedad de registros el libro ofrece en “Ciudades y laberintos” y “Caras”, dos magníficas muestras de prosa poética que pueden entenderse como complementarias.

“De Collón a Colón” asombra por sus constantes sorpresas que transforman a este artículo en un auténtico cuento que desarrolla una posible superchería literaria.

Esta antología de artículos periodísticos no desdeña un humor medido pero no por ello menos feroz (“Que trata de algunas penurias…” y “Vademécum del lector”) y tampoco la apelación a sentimientos vitales (“Ramón Sampedro…”).

Crónicas del desorden posee la virtud adicional de poder leerse de un tirón debido a su prosa fluida y precisa.

Germán Cáceres

mayo 06, 2006

Alejandra Boero

Hay una cosa en el mundo que es la mirada..
Federico García Lorca

Los griegos consideraban que lo cierto en una palabra es su origen. La voz teatro viene del griego, significa mirar. También se suele decir con frecuencia el teatro del mundo. Andar viene del latín ambitàre, ambire, pasear. Ir de un lugar a otro dando pasos. Andamio tiene sus raíces en la palabra andar. Significa un tablado que se pone en plazas o sitios públicos para ver desde él alguna fiesta. Holgar hoy, mañana fiesta, buena vida es ésta, nos recuerda un refrán popular español. La mirada es testigo de una relación apasionada. La palabra querer es de la misma familia que inquirir. Etimológicamente significa buscar o preguntar acerca de algo o de alguien. En castellano buscamos, deseamos. La poesía conlleva la capacidad de subversión. El teatro también. Por eso Platón expulsa a los poetas de las ciudades.

El lenguaje congrega, comunica. La palabra poética es violenta contra el Poder, contra la palabra establecida por el Poder. La rigidez y la burocracia asfixia a la palabra. La cultura masificante desconfía, la conciencia del teatro es la conciencia de la crítica. El sistema empobrece la sensibilidad, la mirada. Olvida el origen. La cultura del Poder destruye el afecto, la risa, el silencio. La palabra crece desde el silencio, de lo íntimo. Emana del corazón, del júbilo, de la
resistencia. El teatro nos pone en contacto con los otros y con nosotros mismos. Es un embate contra lo fósil, contra la estrechez de nuestra época que desciende cada día un poco más a la monotonía y la estupidez. Es la degradación, un consumismo que tiraniza, un aplastamiento colectivo. No exige libertad, aventura, originalidad. El sistema no desea el desasimiento anárquico de pautas exteriores.

Alejandra Boero dijo: “Hay muchos que aman al Teatro. La cuestión es si el Teatro los ama a ellos”. Claro, para siempre. La civilización mercantilista lo entiende. Ella no es invisible o inaudible. Es una fuente inconsciente y solidaria que brilla en la creación auténtica. Dijo: “Demos batalla por la cultura nacional frente a la anticultura de los medios audiovisuales, que son de una perversidad increíble. Ésta es una lucha larga y el enemigo vela sus sables”. Sin clichés reduccionistas, con la mayor coherencia posible. Sin falsas urnas, sin mirada unilateral, lejos del nirvana de los zombies. Contra la rutina, que desfigura y sofoca. Frontalmente, desde lo emocional. Pensando, con lucidez.

Recordar, que también significa despertar, tiene relación con cordis, cordial, corazón. Hablamos de lo sensible, de la sangre, de lo vital. Mirarse a uno como en un espejo. Mirar por una persona, ampararla. Alejandra, femenino de Alejandro. Alejandro (del griego), el que ampara a los hombres.

El olvido es un agravio. Por eso viven León Felipe, Federico, Pablo, Quevedo. Por eso el poema, el conjuro, el elogio de la rebeldía. No nos interesan las apologías, el bronce, las banderas. Ni enunciados enfáticos ni epitafios con párpados celestiales. Sin dioses, sin amos, sin patrias. La palabra como exorcismo, como arma de futuro. Sin cortesías ni elegidos ni lutos. La rosa roja, entonces. La rosa roja. Sin duelo, desde el teatro, desde la vida, desde el escenario. En el amparo de la mirada.

Carecía de virtudes oficiales, de obscenidades oficiales. No se rodeó de impostores. Estaba entre sus contemporáneos, sus amigos de toda la vida, entre los jóvenes. Todos actores, una fauna mágica, irresponsable, bella. No miró nunca desde los transitados discursos, monótonos, ultrajantes. Sin figurones impávidos, sin codazos. Jubilosa, rebelde, apasionada. Elemental, como el fuego y el agua. Una ráfaga, una inscripción, un mojón más para seguir luchando. Inteligente, sin mansedumbre, sin oportunismo. Fervorosa, arrebatada. Bien. Obstinada, entonces, sin dobleces. Una rosa roja. Desde el origen, de la nada hacia la nada. Desde la ética y el combate. Desde la creación, entonces. Alejandra, la que nos ampara.


Carlos Penelas
Buenos Aires, 5 de mayo de 2006.

febrero 06, 2006

Una historia pequeña por Carlos Penelas

Como nos tiene acostumbrado el Poeta Carlos Penelas nos envía un texto exquisito sobre las desventuras de la tecnología y la virtualidad

Una historia pequeña

Sensible a la conciencia del tiempo que pasa y al imperio del sufrimiento, el hombre decide dejar de fumar. El hombre sabe que eso no basta y entonces decide tomarse la presión con regularidad, comer sin sal, eliminar los dulces, las carnes rojas, caminar treinta cuadras por día. El hombre sabe que el mundo es una mezcla de dadaísmo y surrealismo metido en la vulgaridad de la vida y la conciencia burguesa. El hombre sabe que vive una crisis profunda y que su visión de las cosas encuentra su mitología en la espera. Ausente por momentos de lo que sucede en la sociedad el hombre piensa que la imaginación lo salvará. El hombre decide cerrar la puerta de su habitación y no escuchar más a su mujer, a su suegra ni a sus vecinos. Sospecha que la sensación de angustia y de soledad son, en gran medida, producto de ellos. Que la mentira del mundo pasa por ellos, que las instituciones o las guerras son secundarias. O mejor dicho son el mal planificado pero que en realidad en lo cotidiano se teje la locura. Se ha vuelto desconfiado del psicoanálisis, de la historia y de los textos poéticos. Ahora en su habitación el hombre exalta el anticonformismo y el sueño, la creación del inconsciente. Emprende una sutil búsqueda de sí mismo.

Después de leer en un diario que a partir de unos días se podrán ver series de TV en el celular, el hombre decide dormir la siesta. Es en los Estados Unidos, pero sabe que significa eso. Habrá versiones reducidas de tres a cuatro minutos de la serie 24. Se habla en un principio de ciento treinta y seis mil clientes. Bajaron un millón de productos. Por ahora será gratis, en breve los servicios se cobrarán. Estudian qué quieren ver los consumidores. Hay psicólogos que ya tratan la adicción al correo electrónico.
El hombre decide llamar a un amigo, a un poeta. Carlos Penelas, lector de Dino Buzzati, admirador de sus cuentos, lo escucha con atención. Lo escucha por teléfono pues el hombre no desea ver a nadie. El hombre le habla con pausa, con serenidad de ciertas zonas, de la movilización de los sentimientos, de las imágenes que evidencia la belleza de una mujer o una obra clásica. Hace una adecuada interpretación de figuras fantasmagóricas, de emblemas, de recuerdos. El hombre le cuenta de su niñez y de su tedio, del siglo XVIII, de los años de negligencia, de una iglesia parroquial. El poeta lo escucha en silencio, sabe lo que el hombre necesita. Sabe que está en una habitación de un barrio suburbano, que por las noches escucha los misterios del mundo y los secretos del alma.
El poeta decide llevarlo hacia la felicidad, al menos `por un instante. La tarde anterior había recibido un correo electrónico, hermoso, de su generoso amigo José Martínez Suárez. Es un breve fragmento del libro Cine o Sardinas, de Cabrera Infante. Un texto bello y significativo. Resuelve hacer una fotocopia. Resuelve tomar un colectivo y llegarse hasta su casa. Deja un sobre con el texto debajo de la puerta. El hombre lo lee al atardecer y sonríe. El hombre, a la mañana siguiente, va a una plaza del barrio y mira el mundo de otra manera. Sabe de la vulgaridad de la vida, de los odios, de los rencores. Pero mira de otra manera. Este es el texto, caro lector. Que lo disfrute.
“El recuerdo de Tony Curtis (de Marilyn Monroe) es bien diferente y nada deferente: es irreverente. Los dos fingieron juntos varias escenas de amor tórrido en un Miami de cartón en Una Eva y dos Adanes: ella estaba casi desnuda de veras; él llevaba gafas que nublaban la pasión disimulada. ‘¿Cómo fue el beso de Marilyn?’, le preguntaron a Tony Curtis después. ‘Como un beso de Hitler pero sin el bigote’, contestó Curtis que es judío. ‘Además, no usaba desodorante’. Como Hitler.
Hacia el final de su carrera -es decir, de su vida- Marilyn se volvió una actriz chabacana y chapucera. O indiferente.
En esa escena con Curtis, en que él la enamora mientras mordisquea un muslo de pollo, ella no tenía más que un breve parlamento. Pero siempre se equivocaba, casi adrede. La toma tuvo que repetirse veintisiete veces por culpa de ella, y Tony Curtis se vio obligado a comer otros tantos muslos fríos. Al final él quería darle a ella mordiscos. No de amor sino de rabia.
Curtis no fue cortés, pero el director, Billy Wilder, fue cortante: ‘Ella es costosa y poco profesional, es verdad. Pero tengo una tía en Europa que es muy profesional y cobraría muy poco. Todos pagan por ver a Marilyn vestida, pero... ¿quién va a pagar un dólar por ver a mi tía con un camisón transparente?”


Carlos Penelas
Buenos Aires, febrero de 2006

julio 02, 2005

El planeta de Stanislaw Lem

El cultural publica una excelente entrevista a Stanislaw Lem , sin dudas una de las ultimas figuras vivas de la Ciencia ficción. Sin ahorrar elogios cuentan sobre su vida:

…”Médico, psicólogo, profesor de literatura, miembro fundador de la Sociedad Polaca de Astronáutica, dueño de una cultura vastísima y de un sentido del humor impagable, Stanislaw Lem es un escritor único. Ningún poeta ha cantado como él la soledad del hombre en el vacío trémulo de las estrellas. A comienzos de los sesenta publicó una fabulosa tacada de novelas que lo colocaron de golpe a la cabeza de la literatura fantástica: Edén, Solaris, Retorno de las estrellas, Memorias encontradas en una bañera, El invencible.”
Recientemente se ha estrenado una remake de Solaris, que según los comentarios no le hace honor a la maravillosa primera ni a la novela que le dio origen.

“… En esta novela, de ambiente claustrofóbico y obsesivo, hay tan solo tres personajes humanos. Pero el principal protagonista es el propio planeta, Solaris, un mundo cubierto por un inmenso océano de una extraña sustancia, con no menos extrañas propiedades, que parece ser un único organismo vivo y sentiente. Durante muchos años, los científicos han intentado desentrañar el misterio de Solaris, comprender las fascinantes estructuras que se originan en su superficie e incluso trabar contacto con la ¿posible, supuesta? mente del planeta"

junio 17, 2005

Carloncho no duerme


Carlos Penelas, poeta y escritor nos acerca una divertida crónica de sus desventuras con una obra en construcción lindante a su casa.

La piqueta

Otra vez los ruidos en la pared. Las deshoras avanzan sin contemplación. Mi mujer me susurra en la cama: “Son los de la clínica, empezaron de nuevo”. Guardo silencio. No me atrevo a mirar el reloj ni a encender la luz del velador. Preferimos permanecer a oscuras. Nos despertaron otra vez. La piqueta derrumbó el muro de Berlín. Con él, además de los cascotes cayeron estructuras, leyendas, creencias. Ahora no es la maza, es un sonido extraño, una maquinaria que trabaja. Sospecho que es una cámara gamma. Tal vez el equipo de rayos. Pienso en Ezeiza, en San Pedro, en Luján. Mi mujer me adivina el pensamiento: “Parece que fuera un reactor”. Un portero de la vuelta de mi casa me dijo días pasados: “Usted viven en Chernobyl, Penelas”. Mi hijo menor me pregunta cuando terminará todo esto. En el desayuno me lo hizo saber. No respondí. En mi interior pensé: “nunca”. Martillar: golpear, batir / Atormentar. En otro diccionario: Piqueta: zapapico.
Gracias a las conquistas más preciadas de la humanidad la mayoría tiene conciencia de sus derechos. Pero no siempre es así, al menos en este país. La publicidad, la promoción de nuevas formas de vida, la industrialización de la medicina masifican y manipulan a la gente. Se confunde lo útil con lo superfluo, la belleza con la moda, las necesidades con los caprichos, el bienestar con el derroche. La locura y la desmesura avanza. Estamos al garete, no sabemos jerarquizar los deseos. Y sin protección. Pueden golpear durante todo el día. Todo es legal, la legalidad corroe, es una teoría maniquea. La ley los ampara, el poder los ampara, la justicia. En el fondo es un proceso universal, la gente vota, supuestamente elige, y cree ser feliz. No conocen El jardín de Epicuro. Se muestran solemnes, omnipotentes. Están incorporados a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a la ingeniería genética, a las bulas papales, a un tiempo caótico y miserable. “La libertad es un problema metafísico”, escribió Antonio Machado. ¿Es verdad? Abrumar, acosar, hostigar, molestar. Asedio, sitio, cerco, bloqueo, acorralamiento.
La desazón y la rabia nos convoca en el sueño. Una vecina que vive arriba de mi departamento me cuenta que a la hora de la siesta siente el golpe en la nuca y se tapa con la almohada. La neurosis en lo normal. Pensamos en la culpa, en la responsabilidad, en la autoestima, en la seguridad. Pienso en Eneas y en la guerra de Troya. La época de los caballeros y de la palabra dada es del siglo XVIII. Ninguna Roma por fundar, ninguna república por refundar. Maza: clava, porra, garrote, cachiporra.
Mi hijo mayor retiró un cuadro de su dormitorio que da sobre la pared fellinesca. Y ante su pasión por el cine, exclama: Ensayo de Orquesta. Los reúno y les hablo, les digo que no se sientan perseguidos, que no caigan en una psicosis. Me habla de Hitchcock, de La mirada de Ulises. Mi otro hijo, desde el escenario le aporta a su hermano: El cerco de Leningrado.
Ahora vibra la pared. Apoyo la mano y siento la vibración. Están pasando la pulidora, una especie de robot que hace que los platos de la pared vacilen, que las copas de cristal del mueble se toquen entre sí. Se acercan como en La guerra de los mundos de H.G. Welles. Los sentimos, escuchamos sus voces, la manipulación de instrumentos sofisticados. Intentamos imaginarlos. Mi esposa y yo miramos hacia la pared, en silencio, casi evitamos respirar. Sin querer, me viene a la memoria los años de la dictadura.
Recibimos un llamado de una amigo de Santiago de Compostela. Es muy creyente, le contamos lo que nos pasa. Le fue a pedir al Apóstol por nosotros. Es un gesto noble y bello de su parte. Una mirada ingenua de índole afectiva. Ahora el ruido parece ser de un torno, de una sierra. Son nuevos equipos, deben producir las 24 horas. Se entiende. Hace años tenían la bomba de cobalto, ya no sirve. Se utilizó al máximo, como la “coramina” o la sangría. Recuerdo Las brujas de Salem de Arthur Miller. “Se legisla para poder cobrar la comisión”, me decía un periodista amigo. Desde la legislación se corrompe, nada es gratuito. Los artículos y las leyes se componen para que el sistema funcione de esta manera. Anoche volví a ver Confesión de un comisario inspector a un juez de instrucción de Damiani. Tiene más vigencia, ya no es Sicilia. Busco en el diccionario de sinónimos por última vez. Clínica: medicina práctica.


Carlos Penelas
Buenos Aires, junio de 2005