Musicos en PARQUE GUELL Fotografía original de Carlos Neri, incluida su edición.

junio 17, 2005

Carloncho no duerme


Carlos Penelas, poeta y escritor nos acerca una divertida crónica de sus desventuras con una obra en construcción lindante a su casa.

La piqueta

Otra vez los ruidos en la pared. Las deshoras avanzan sin contemplación. Mi mujer me susurra en la cama: “Son los de la clínica, empezaron de nuevo”. Guardo silencio. No me atrevo a mirar el reloj ni a encender la luz del velador. Preferimos permanecer a oscuras. Nos despertaron otra vez. La piqueta derrumbó el muro de Berlín. Con él, además de los cascotes cayeron estructuras, leyendas, creencias. Ahora no es la maza, es un sonido extraño, una maquinaria que trabaja. Sospecho que es una cámara gamma. Tal vez el equipo de rayos. Pienso en Ezeiza, en San Pedro, en Luján. Mi mujer me adivina el pensamiento: “Parece que fuera un reactor”. Un portero de la vuelta de mi casa me dijo días pasados: “Usted viven en Chernobyl, Penelas”. Mi hijo menor me pregunta cuando terminará todo esto. En el desayuno me lo hizo saber. No respondí. En mi interior pensé: “nunca”. Martillar: golpear, batir / Atormentar. En otro diccionario: Piqueta: zapapico.
Gracias a las conquistas más preciadas de la humanidad la mayoría tiene conciencia de sus derechos. Pero no siempre es así, al menos en este país. La publicidad, la promoción de nuevas formas de vida, la industrialización de la medicina masifican y manipulan a la gente. Se confunde lo útil con lo superfluo, la belleza con la moda, las necesidades con los caprichos, el bienestar con el derroche. La locura y la desmesura avanza. Estamos al garete, no sabemos jerarquizar los deseos. Y sin protección. Pueden golpear durante todo el día. Todo es legal, la legalidad corroe, es una teoría maniquea. La ley los ampara, el poder los ampara, la justicia. En el fondo es un proceso universal, la gente vota, supuestamente elige, y cree ser feliz. No conocen El jardín de Epicuro. Se muestran solemnes, omnipotentes. Están incorporados a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a la ingeniería genética, a las bulas papales, a un tiempo caótico y miserable. “La libertad es un problema metafísico”, escribió Antonio Machado. ¿Es verdad? Abrumar, acosar, hostigar, molestar. Asedio, sitio, cerco, bloqueo, acorralamiento.
La desazón y la rabia nos convoca en el sueño. Una vecina que vive arriba de mi departamento me cuenta que a la hora de la siesta siente el golpe en la nuca y se tapa con la almohada. La neurosis en lo normal. Pensamos en la culpa, en la responsabilidad, en la autoestima, en la seguridad. Pienso en Eneas y en la guerra de Troya. La época de los caballeros y de la palabra dada es del siglo XVIII. Ninguna Roma por fundar, ninguna república por refundar. Maza: clava, porra, garrote, cachiporra.
Mi hijo mayor retiró un cuadro de su dormitorio que da sobre la pared fellinesca. Y ante su pasión por el cine, exclama: Ensayo de Orquesta. Los reúno y les hablo, les digo que no se sientan perseguidos, que no caigan en una psicosis. Me habla de Hitchcock, de La mirada de Ulises. Mi otro hijo, desde el escenario le aporta a su hermano: El cerco de Leningrado.
Ahora vibra la pared. Apoyo la mano y siento la vibración. Están pasando la pulidora, una especie de robot que hace que los platos de la pared vacilen, que las copas de cristal del mueble se toquen entre sí. Se acercan como en La guerra de los mundos de H.G. Welles. Los sentimos, escuchamos sus voces, la manipulación de instrumentos sofisticados. Intentamos imaginarlos. Mi esposa y yo miramos hacia la pared, en silencio, casi evitamos respirar. Sin querer, me viene a la memoria los años de la dictadura.
Recibimos un llamado de una amigo de Santiago de Compostela. Es muy creyente, le contamos lo que nos pasa. Le fue a pedir al Apóstol por nosotros. Es un gesto noble y bello de su parte. Una mirada ingenua de índole afectiva. Ahora el ruido parece ser de un torno, de una sierra. Son nuevos equipos, deben producir las 24 horas. Se entiende. Hace años tenían la bomba de cobalto, ya no sirve. Se utilizó al máximo, como la “coramina” o la sangría. Recuerdo Las brujas de Salem de Arthur Miller. “Se legisla para poder cobrar la comisión”, me decía un periodista amigo. Desde la legislación se corrompe, nada es gratuito. Los artículos y las leyes se componen para que el sistema funcione de esta manera. Anoche volví a ver Confesión de un comisario inspector a un juez de instrucción de Damiani. Tiene más vigencia, ya no es Sicilia. Busco en el diccionario de sinónimos por última vez. Clínica: medicina práctica.


Carlos Penelas
Buenos Aires, junio de 2005

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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